sábado, 23 de junio de 2012

Crónica personal en relación con la obra de Ryszard Kapuscinski Encuentro con el otro


Crónica personal en relación con la obra de 
Ryszard Kapuscinski Encuentro con el otro
Sin duda alguna, la visita a la regionalmente famosa Plaza del Mariachi en el corazón de la cosmopolita ciudad de Guadalajara, Jalisco fue una vívida y lúcida experiencia que retrata a la perfección la terminología acuñada por Ryszard Kapuscinski  en su obra Encuentro con el otro sobre el Otro, el Yo y la relación que guarda ese delicioso pero mítico y diferenciado primer encuentro.
Como es debido, es preciso comenzar con la épica narración de una singular experiencia que finalmente sería amenazante y peligrosa solamente a nivel psicológico interno:
El tan esperado encuentro con el equipo -integrado por múltiples compañeros de diversas carreras, cuyos nombres de algunos me es imposible recordar- tendría lugar en la Plaza de la Liberación el día viernes 22 de junio del año en curso a las 18:30 horas. Definitivamente eso fue lo acordado, lo cual no necesariamente suele coincidir con la realidad. En vista a la considerable distancia que había por recorrer, tomé la iniciativa de comenzar el viaje en vehículo particular con una anticipación de tres cuartos de hora con la finalidad de llegar puntualmente. 
Entre múltiples infortunios como lo son el tráfico, el sentido vial único de ciertas calles claves, el no encontrar un estacionamiento público cercano, y una evidente pérdida de orientación por parte del conductor, hicieron que el retraso fuera de treinta minutos. Oportunamente a las 19:15 horas me estaría reuniendo con Enrique, un recién conocido compañero de Ingeniería en Biotecnología con quien segura y próximamente estaré compartiendo más clases. Una vez que nos encontramos y aseguramos que parte del resto del equipo se encontraba en las cercanías de la Plaza del Mariachi, partimos de inmediato al encuentro.
A lo largo del trayecto fue posible reconocer un exceso de comercio informal, calles repletas de transeúntes deseosos de adquirir alguna curiosidad, traficantes de lo que parecían ser dispositivos electrónicos robados, así como distinguimos a un singular personaje que separaba en pequeños rollos lo parecía ser marihuana. En algunas ocasiones se referían a nosotros como “güero”. En fin, todo un mosaico de personalidades y multitudes que atravesaban la concurrida avenida.
Después de ciertas peripecias entre escaleras, caminos peatonales, semáforos, vendedores ambulantes, tráfico y muchedumbre, pudimos localizar nuestro destino. Una vez confirmada nuestra ubicación, contactamos al resto del equipo y supimos de inmediato que nos encontrábamos a escasos pasos de distancia.
Es increíble ahora poder narrar a través de unas cuantas líneas cómo se percibía en el psique generalizado del equipo una compleja cantidad de prejuicios respecto al lugar que recién habíamos arribado. Me es posible relacionarlo directamente con una de las citas de Kapuscinski: “(...) para estudiar y registrar in situ cómo funcionan comunidades de Otros en su natural entorno cultural”. (Kapuscinski, 2010, p.51).
Personalmente me siento culpable también por haber albergado cierta aversión mental falsamente justificada a través de un prejuicio carente de fundamentos lógicos. Afortunadamente al poco tiempo de permanecer ahí yo no me sentía tan incómodo y desesperado como algunos compañeros, quienes al parecer mostraban timidez y cierto nerviosismo tan sólo de mantenerse en pie.
Por decisión unánime, se decidió que nos acomodaríamos en alguna de las numerosas mesas localizadas en el centro de la plaza. Resulta curioso que todavía no plantábamos asiento cuando un reducido grupo hostigador de Marichis que insistían constantemente en que solicitásemos alguna pieza para su interpretación. El problema no sería pagar y contratar al grupo para una o dos piezas (ya que en lo personal, yo sí lo deseaba como parte de la adaptación al medio y parte del rito), sino que después resultaría difícil quitarlo de encima. Por lo tanto, se rechazaron las múltiples ofertas y decidimos pedir unas cuantas cervezas. Cabe destacar la inexistencia de una carta formal, sino que había una sencilla hoja fragmentada y adherida a la mesa plástica para ubicar los productos que ofrecía el establecimiento.
Uno de los aspectos más curiosos de la experiencia, fue el acento del amable mesero que nos atendió. Al momento de tomarnos la orden, su dicción era reconocible como extranjera, lo cual no coincidía con su físico notable de mexicano. En sumo, la curiosidad venció a una de las compañeras quien se aventuró a preguntarle su origen, respondiendo por consecuencia que había nacido en Guatemala, se había criado en Los Ángeles y radicaba actualmente en Guadalajara. Precisamente ello fue lo que nos permitió comprender su exótica dicción y pronunciación de extranjero.
Uno de los compañeros deseaba beber una cerveza Pacífico de la firma Grupo Modelo, ante lo cual nuestro camarero respondió que solamente contaban con una cerveza denominada Pacific o Pacífica, lo cual al parecer se refería realmente a la susodicha cerveza Pacífico. Independientemente de que fuese real la confusión o se tratase de alguna copia mal elaborada de la original, nuestro compañero se abstuvo de ordenarla y prefirió la común cerveza Corona.
Resulta tremendamente gracioso que el anfitrión nos cuestionaba con un “¿estás seguro?” después de haber tomado la orden, así como con un singular “¿Qué más quieres?” cuando alguno de nuestros integrantes le cuestionaba cuáles marcas de cerveza servían. Hubo una expresión de su parte la cual ninguno de los miembros pudo comprender del todo, la cual hacía referencia a la orden de una cerveza con contenido de un litro, la cual se escuchaba semejante a lo siguiente: “Te podemos servir un especial dentro de la cerveza”. Realmente nunca entendimos a qué se refería exactamente con dicho “especial”.
En los alrededores podía verse varios letreros con el muy trillado Se busca... en referencia a una persona desaparecida. Es notable destacar la nula presencia policial en las cercanías, pero al menos no había inseguridad por el momento. Realmente era posible encontrar y describir a individuos de todo estrato socioeconómico; familias completas, parejas, grupos de amigos y personas solitarias. Inclusive había un individuo succionando un cierto “algo” que el resto de los compañeros calificó como “droga”. Lo veraz del asunto es que el personaje ciertamente se tambaleaba y parecía desorientado geográficamente.
Hasta este punto, las circunstancias podrían describirse como bien lo expresó el autor: “Así, el hombre que encontramos y conocemos hoy en las grandes ciudades del Tercer Mundo ya es otro Otro, un producto difícil de definir de la híbrida cultura urbana, descendiente de mundos diversos y contradictorios, un ser amalgamado, de formas y rasgos imprecisos, fluctuantes. Éste es el Otro con el que nos topamos hoy”. (Kapuscinski, 2010, pp.54, 55).
Después de haber permanecido en el lugar cerca de una hora, el equipo decidió (en consenso unánime) retirarse debido a que se aproximaba un mal pronóstico de lluvia. Se pagó la cuenta, la cual debe aclararse que se integraba por los denominados precios de turista a pesar de que la zona no fuese catalogada del todo como “turística”.
Una de las compañeras dejó testigo escrito de ciertos datos de contacto -evidentemente de una persona que no le hace mucha gracia- haciéndolos pasar por los propios. Una experiencia que personalmente ya había presenciado, pero que independientemente del número de veces siempre resulta excéntricamente placentera.
Cuando todos los miembros del equipo hubieron ubicado el estacionamiento donde había quedado resguardado su vehículo, nuestro pequeño conciliábulo quedó disuelto: el reloj marcaba a duras penas las 20:48. Indudablemente una visita de carácter express.
Por último he llegado a la conclusión de que inicialmente contaba con el -quizá- prejuicio de llegar a la plaza y sentirme como el Otro; un ejercicio mental inconsciente que quedó totalmente derrumbado en cuanto me sentí un tanto cómodo. Curiosamente no me sentí ni como el Yo ni como el Otro, sino una extraña mezcla de ambos; probablemente fue mejor sentirse así, a diferencia de algunos compañeros que, en evidencia pura, se sentían como el Yo.
Verdaderamente no me siento arrepentido de haber acudido; se trató de una experiencia que resultó mejor de lo esperado, a pesar de ciertos inconvenientes que se presentaron en la trayectoria y en el desarrollo. Concluyo con la siguiente intervención de Kapuscinski:
“El diálogo con los Otros nunca ha sido ni será fácil, muy especialmente hoy, cuando las cosas se desarrollan en una escala nunca vista, difícil de abarcar y de controlar, con un grado de complicación imponente y cuando muchas fuerzas trabajan para dificultar ese diálogo, cuando no para imposibilitarlo. Aun sin estos intereses y objetivos inmediatos -políticos, ideológicos o económicos- existen también otros problemas de peso”. (Kapuscinski, 2010, p.66).
Bibliografía
  • Kapuscinski, R. (2010). Encuentro con el otro. Barcelona: Anagrama.

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